El viaje fue largo e intenso. Viajé a la ciudad de Santiago donde me junte con los amigos de "ECLIPSE AVENTURA", los mismos con los cuales un año antes habíamos observado el eclipse anular desde la ciudad de Coyhaique.
Desde Santiago emprendimos el rumbo a la región de Coquimbo, donde nos esperaba el tan ansiado eclipse total. Mi segundo eclipse total, pero el primero que observo tan detalladamente.
La primera parada fue en el pueblo de Los Molles, donde pernoctamos en la casa de veraneo de Franco Gomara, en compañia de unos vinitos y buena conversación. También estábamos junto a Rafaél Garcés y Jaime Giannelloni.
Al día siguiente partimos en dirección a Almirante Latorre, pueblo que nos recibió amablemente en su escuela.
Fueron dos días de actividades para los habitantes del lugar, en donde tanto niños como adultos disfrutaron de los talleres y charlas que teníamos preparados para ellos.
El día del eclipse todo transcurrió en un ambiente de nerviosismo y ansiedad, solo queríamos que las horas pasaran y llegara el tan ansiado momento de la totalidad, ese momento íntimo y majestuoso que se queda grabado en lo más profundo de la memoria.
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Patio del centro de operaciones |
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Rafael Garcés "astrofotografiando" |
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Iglesia de Almirante Latorre |
Junto a Jaime Giannelloni, Danilo Soto y su sobrino, decidimos subir un cerro para intentar hacer una fotografía artística del eclipse, fotografía que no resultó del todo bien debido a algunos problemas técnicos.
El eclipse comenzaba y los lentes con filtros solares eran utilizados a cada momento, escuchandose también los primeros "click" en las cámaras fotográficas que no querían perderse ninguna fase del evento.
El ambiente se enrarecía a cada minuto, atenuandose la luz del Sol, bajando la temperatura y subiendo los ritmos cardiacos de quienes observábamos tan esperado eclipse. Según datos de nuestro nuevo amigo del grupo, Esteban Ledesma, la temperatura ambiental llegó a bajar cerca de 14°C.
Y la totalidad se hacía presente, los 2 minutos y 36 segundos más cortos de la vida. La vista del eclipse se hacía eterna y quedaba grabada en la retina. Las emociones fluían y más de alguna lagrima se asomaba entre los párpados. Era una vista sobrecogedora, alucinante, como magia sacada de un cuento de hadas, como una droga de la que sabías querrías probar una y otra vez, porque después de este eclipse, era imposible no anhelar volver a vivir la intensidad de aquella vista.
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Danilo Soto |
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Foto de rigor post-eclipse |
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Detrás de la bandera: Jaime Giannelloni. Abajo: Jonathan Moncada y sobrino de Danilo. Derecha: Danilo Soto |
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El equipo de Eclipse Aventura |